Habitación de Philip

-Nada, creí que no estarías aquí cuando despertara-contesté.

Abrí lo ojos del todo. Qué mala imagen tenía de mí.
-Lo intenté, creeme, pero estabas encima mía y si me movía mucho te despertarías.-contesté tratando de tomarle el pelo.

-No me digas que estoy gordo-contesté sorprendido.

Me reí a carcajadas.
-No he dicho eso, he dicho que al moverme podía despertarte y mi plan de huida habría fracasado.

-Así que huirías eh, eso significa que empiezo a darte miedo-comenté jugando con su pelo.

-Ni un poquito.-respondí.-Por cierto, aún llevas el cinturón desabrochado.-comenté tirando de él hasta quitarlo.

-¡Eh, devuélveme mi cinturón!-le dije intentando cogerlo.

Mantuve el brazo lo más estirado posible.
-¿Qué me darás a cambio?-pregunté con una sonrisa pícara dibujada en mis labios.

-¿Por el cinturón? Una caricia con cariño, un beso como máximo, pero no haré ninguna de esas cosas-contesté tirándome sore él para alcanzarlo-

Mandé el cinturón a la otra punta del cuarto y volví a colocarle bien.
-Ninguna de las dos cosas.-repetí.

-Pero...-dije mirándole.-Ahora tengo que ir a por él, deberías ir tú por tirarlo...

Me acomodé entre los almohadones.
-No pienso ir a por él.-sentencié.-Además, ahora mismo no lo necesitas.-coloqué una de mis piernas y la flexioné.

-Mira, supongo que en eso tienes razón-admití tumbándome de nuevo.-No te daré nada a cambio de nada
Sonreí maliciosamente.

Me encogí de hombros y cerré los ojos.

Le miré unos segundos y después me tumbé de nuevo, de espaldas a él.

Había notado como la atmosfera había cambiado rapidamente, supongo que debido a mi falta de interés momentanea. En el fondo, Philip debía entender que yo no era su niñera ni nada parecido y que no siempre recibiría la misma cantidad de atención por mi parte.
-¿Qué te pasa?-pregunté sin abrir los ojos.

-Nada-contesté.-Esperaba otra reacción pero no me importa.
Me giré de nuevo hacia él.

-Sé qué esperabas...-comenté.
Le obligué a tumbarse bocarriba y me senté a horcajadas sobre él.
-Algo así.-añadí besando la curva de su mandíbula y el cuello.

Me sonrojé a másno poder.
-No era exactamente esto...-murmuré.

Le besé en la base del cuello.
-¿Deseas que pare?-pregunté.

-¿Quieres que te muerda de nuevo?-contraataqué.

Desabroché mi camisa hasta dejar visible toda mi piel desde el cuello al hombro.
-Si quieres acabar desvirgado...-susurré en su oído. Le había dejado mi clavícula muy cerca de la boca, pero no me importaba.

-No, aún no te daréese placer, pero no niego que me encanta tu sangre-contesté besando su clavícula.

-¿Sí? Yo aún no he probado la tuya.-murmuré de forma significativa. Arañé la piel de debajo de su oido con mis colmillos sin llegar a hacerle sangrar.

-Te costará otro mordisco probarla-advertí.