Habitación de Sebastian

No había pisado ese cuarto desde mi llegada. Siempre había dormido donde pillaba, supongo que por la falta de costumbre a tener un techo sobre mi cabeza. La idea de estrenarlo con Percy me hizo bastante gracia, la verdad. Le agarré por la cintura con suavidad, tan frágil...

-No tenemos por qué hacerlo.- aclaré. Claro, no había por qué. Además, habría resultado demasiado bonito para ser cierto. Pero yo me moría de ganas.

Puse los ojos en blanco y retrocedí hasta apoyarme en la pared.
-¿Qué piensas?-quise saber.

-Porque no la he usado desde que llegué.-me encogí de hombros.-Ni siquiera sé si es cómoda.
Pasé por su lado y tiré de la colcha dejándola a los pies de la cama.
-No está mal.-comenté sentándome en ella.

Me dejé caer hacia atrás.
-Donde pillo. Más de una vez me he quedado dormido en el salón.-expliqué.-No tengo costumbre de tener un cuarto para mí...
La verdad era que odiaba dormir solo en esa cama tan grande pero, a parte de Percy, cuya respuesta ya conocía sin necesidad de preguntar, no había nadie que me llamase la atención lo suficiente como para invitarlo.

Le rodeé con los brazos y acaricié su mejilla. Cerré los ojos, disfrutando de la suavidad de su piel.
-Me gusta que podamos estar así, aunque sea solo por unas horas.-admití.

Le dejé apartarse sin oponer resistencia, eso habría sido un error. Me estiré y busqué una almohada para ponerla bajo mi cabeza.