Habitación de Philip

No dije nada, permanecí en silencio repitiéndome a mí mismo lo que cababa de decir.

-¿Sebastian?-busqué su mirada con la mía.-¿Te resulta frustrante?

-Claro que no. Deja de decir tonterías.-le regañé.

Esta vez fui yo el que se quedó en silencio. Al cabo de unos segundos hablé de nuevo.
-¿Sabes lo que ocurre? Ocurre que por alguna razón que desconozco me siento bien contigo, y que si me entrego, te irás y esto se acabará. Es egoísta, pero soy así-confesé con un suspiro.

Ya veo, crees que me iré... es eso lo que temes.-afirmé entre murmullos.

-No lo creo, lo sé. Es casi imposible que sea el único, hay muy muy pocas probabilidades.-contesté.

-Dime tu opinión, ¿crees que no me interesas?-pregunté.-Es cierto, no eres el único. Siempre habrá alguien que me interese de verdad, ha sido así desde hace muchos años y no va a cambiar. Pero, eso no quiere decir que no puedas estar conmigo... no te estoy pidiendo que seas mi compañero, solo digo que no me iré.-aclaré.

Asentí.
-Era todo lo que quería saber-contesté con una sonrisa.

-Todo aclarado, entonces.

-Sí, así es-contesté sin dejar de acariciar su pelo.

Besé la base de su cuello.
-Bien. Me tranquiliza saber que todo está claro.

-A mí también-respondí besando tras su oreja con suvidad.

-Mmm, el principito revelando sus verdaderos sentimientos...-bromeé.

-Bueno, tengo muchos más sentimientos que ese, y nunca dejaré de sorprenderte Sebastian, créeme.-contesté con una sonrisa maliciosa.
-Voy a volver a morderte, estás muy cerca-anuncié mirándole y mordiendo mi labio inferior.

Clavé los colmillos en su cuello y bebí.

Me pilló por sorpresa y un fugaz gemido escapó de mis labios.

Sentí como si una ola de calor recorriese mi cuerpo cuando le escuché gemir. Me separé un poco de él para evitar dejarme llevar por las ganas de hacerlo mío.

-Devuélveme mi sangre-ordené besando sus labios manchados casi con brutalidad.

Me dejé llevar... Deslicé una mano hasta su pantalón, desabrochándolo y metí la mano. Acaricié su mienbro con suavidad.
-Ahora tu sangre es mía.-contesté.

Me sorprendí muchísimo y enrojecí de nuevo.

Continué, haciendo más caso a sus nuevas reacciones físicas que a las que ya había visto. Desabroché su camisa a medida que mis labios iban descendiendo.

Me era imposible reaccionar y controlar el rubor de mis mejillas. Me estremecí ante su contacto.

-Me gustaría que colaborases un poco.-admití. Ya casi había olvidado cómo era la primera vez.

Le miré y después mordí mi labio inferior haciendo que la sangre chorrease hasta el cuello y el pecho, después besé sus labios mientras enredaba los dedos en su nuca.

Me deshice de mi camisa sin separar nuestros labios ni un instante.
-Mucho mejor.-afirmé lamiendo la sangre de su cuello.