Habitación de Philip

Levanté la cabeza al oirle respirar hondo.
-¿Qué haces?-le interrogué.

-Tú has dicho que me relaje, me relajo-le contesté con una sonrisa.

-¿Ahora?-me sorprendió que se mostrase tan dispuesto.
-Espera, esa no es la forma de hacerlo. Debes relajar tu cuerpo completamente.-expliqué.
Le tumbé bocarriba y me senté a horcajadas sobre él.
-Yo lo haré.-dije. Comencé a besarle con suavidad. Mientras, mis manos comenzarón a acariciar sus brazos y su torso tratando de hacer que se relajase del todo.

Ronroneé por sus caricias, la tensión de mi cuerpo desaparecía a medida que sus manos descendían por mi torso.

Llegó un momento en que lo noté totalmente relajado.
-¿Listo?-pregunté.
Me sentía un poco estúpido por tener que preguntar aquello. Esperaba no tener que volver ha hacer esa pregunta nunca más.

-Si me previenes de ello no será tan excitante como dicen que es la primera vez, ¿no crees?-le dije besando sus labios con fuerza, arañando su labio inferior con mis colmillos.

-Y si no te prevengo podemos acabar mal.-repliqué. Le sujeté por las muñecas y le dí la vuelta con rapidez. Me tumbé encima suya y lo hice mío.

Jadeé y arañé la almohada, con la respiración acelerada gemí varias veces mordiendo mi labio haciéndolo sangrar.

Llevé la mano a su entrepierna y entrelacé la otra con la suya. Intenté en todo momento no moverme bruscamente.

Llevé su mano a mis labios y la besé arañándola levemente con mis colmillos, al tiempo que otro gemido escapaba de mis labios.

Antes de separarme besé su cuello un par de veces. Ambos respirábamos entrecortadamente. Me tumbé bocarriba y cerré los ojos.

Antes de moverme me tomé mi tiempo para acompasar mi respiración. Después me acosté a su lado, rodeando su cintura con un brazo, de costado.

Giré la cara hacia él y sonreí de forma significativa.

Le miré también, mis mejillas habían adoptado un tono rosado y me daban un aspecto aún más joven y niño. Le devolví la sonrisa.

Me tumbé de costado, igual que él y acaricié las rojeces de su cara.
-El primero, ¿eh?-no me hacia especial ilusión, pero sí gracia.

-Pues...sí-admití desviando la mirada hacia su pecho, casi con timidez.

Agarré la sábana y nos la eché por encima. Después, lo atraje hacía mí abrazándolo.
-¿No estás cansado?-bajé un poco el tono de voz.

-Un poco, pero estoy perfectamente-le dije apoyando el rostro en su cuello.

-Ya veo, se te ve bien.

-¿Y tú Sebastian? Dime, ¿soy un buen príncipe en la cama? ¿O no merezco la pena?-pregunté alzando una ceja.

-En la cama gobierno yo.-dije con total convicción.-No hay necesidad de hablar sobre eso, Philip.

-Bueno, técnicamente esta es mi cama, tú estás en mi reino-le dije acariciando su cuello.
-Bueno, tampoco me importa si soy pésimo-añadí acurrucándome contra él.

-De todas formas da igual.-bostecé.

-¿Y eso por qué?-pregunté sorprendido.

-Porque, al fin y al cabo, es sexo.-respondí.