Habitación de Philip

Lamí mis labios y pasé ha hacer lo mismo con la sangre que resbalaba por su piel. Deslicé una de las manos hasta el bulto de su pantalón, acariciándolo por fuera.

Jadeé de nuevo y mordí esta vez su muñeca, sin rebajar la fuerza.

Apreté los dientes.
-¿Te importaría procurar no dejarme como un colador? Se pueden hacer más cosas además de morder.

-Estoy cabreado, por esa razón te muerdo-le respondí besando después su cuello.-Pero creo que empieza a pasarseme...

-¿Qué? No. Cabreate.-aquello no tenía gracia, de haberlo sabido no me habría molestado en irritarle.

-¿Que me cabree? ¿Acaso solo te intereso cabreado? ¿Lo has hecho para acabar así?-contesté con un gruñido.

-No, no pensaba que íbamos a acabar así.-contesté, aunque no con demasiada sinceridad.

-No soy tonto, estás mintiendo, ¿verdad?-le dije incorporándome todo lo que su cuerpo me permitió. Agarré su cuello y lo arañé con fuerza, lamiendo la sangre.

-¿Cuestionas que este diciendo la verdad o afirmas que no la digo?- se me habían empezado a pasar las ganas de hacerlo, asi que le obligué a tumbarse, otra vez.

-Tus razonamientos me dan dolor de cabeza y me vuelven loco-confesé con un jadeo.

-Sabía que dirías eso.-murmuré quitándome de encima.
Bajé de la cama y fui al baño para poder limpiarme la sangre.

Me incorporé rápidamente y me llevé ambas manos a la cabeza, terriblemente frustado y confuso. Me levanté y me senté encogido en una de las esquinas de la habitación, mirando al suelo.

Asomé la cabeza por la puerta del baño.
-¿Qué haces así?-pregunté acercándome a él.
Me agaché justo delante suya y le miré algo preocupado.

-No consigo entenderte, cuando parece que lo hago, siempre meto la pata de alguna forma. Me frustra eso, y me frustra no saber qué decir, ni cuándo. Y tmpoco sé cuándo quieres espacio y cuándo no. Joder, no sé nada, y me siento cabreado y utiizado, y terriblemente frustrado como ya te he dicho-contesté.

-Acepta un consejo: no intentes entenderme, te ahorrarás muchos dolores de cabeza.
Después de decirle eso me puse en pie, me quité la camisa y el pantalón, y me acosté.

Le miré unos segundos y me levanté sentándome en el sofá, de espaldas a la cama y a él, mi figura entera cubierta por el respaldo. Fruncí el ceño intentando tomar una decisión u otra, que adoptaría de inmediato.

Bostecé y me acurruqué entre los almohadones.

Me tumbé en el sofá y me quedé allí despierto todo el día.

Poco después de que anocheciese decidí levantarme. Me estiré bajo las sábanas y me puse en pie.
-Increible, ¿te has pasado todo el día ahí, enfurruñado?-pregunté mientras me vestía.

-¿A tí qué te parece?-contesté con sarcasmo, incorporándome pero sin mirarle.

Le miré de reojo con cierta indiferencia.
-Mmm, tú mismo.-musité.
Terminé de abrocharme los botones de la camisa y cogí mis zapatos para ponérmelos también.

Me levanté, me puse mis zapatos y salí de allí cerrando la puerta fuertemente.

... Comencé a reirme carcajadas en cuanto dejé de oir sus pasos. Philip era tan parecido a un niño pequeño, resultaba tremendamente fácil sacarlo de sus casillas. Me pusé un almohadón sobre la cara para ahogar la risa, no era buena idea llamar la atención.
Un rato después terminé de arreglarme y me fui de allí.