Sin indirectas: espero a Sebastian.

Avancé hacia él con lentitud, mientras caminaba me fijé en su cuaderno. ¿Habría escrito algo nuevo? ¿Me dejaría leerlo?
-Buenas noches, Percy.-saludé cuando estuve a un metro de él.

Obedecí, me senté junto a él manteniendo esa pequeña distancia, lo que menos quería era molestarle, por más que a mi me gustase poder estrecharlo contra mí de vez en cuando, debía conformarme con lo que me daba.
-¿Qué escribes?-pregunté. Ni siquiera sabia sí había escrito algo y ya quería leerlo, no en vano Percy era mi autor favorito.

Sonreí ampliamente al ver mi nombre, tan perfectamente escrito. Mi caligrafía era normal, demasiado para ser sinceros. Sentí cierta envidia de que no fuese capaz de escribir mi nombre de esa forma.
-Debo aplaudirte, creación propia o no está mucho mejor escrito de lo que lo hizo su verdadero autor.- intenté recordar cuándo había sido la última vez que me había molestado en tratar de mejorar mi escritura. Décadas, sin duda.-¿A qué debo mi nombre en tu cuaderno?

No sabía qué decir o hacer, su gesto me había dejado totalmente en blanco. Solo era capaz de mirarle mientras mi mano acariciaba su cabello.

Me estremecí entero. Esa cercanía me preocupaba un poco, más por el hecho de pensar que no era real a que lo estuviese haciendo Percy.
-Sin duda digna de recordar.-murmuré.

No le miraba a él, sino al horizonte. ´
-Lo recuerdo. Me gustaba la fuerza de tus latidos y tus reacciones tan... humanas.-comenté con una pequeña sonrisa. Acaricié su mejilla.-Tu piel se erizaba y coloreaba cuando hacia esto.

Me reí e voz baja.
-Humano o inmortal me sigues gustando.-añadí dibujando el contorno de sus labios. Mordí el mio y sonreí tras unos segundos.-Creo que eso no cambiará nunca.

Retiré la mano.
-¿Por qué crees eso?

Me callé y le observé atentamente. Coloqué mis manos en su cintura y esperé, no sé a qué exactamente.

Correspondía a su abrazo incrédulo. Giré la cara y le besé entre el pelo.
-Percy...-murmuré.

Dejé caer las manos sobre sus piernas, acariciándolas.
-Muy cierto.-asentí. Qué más podia decir, solo era capaz de pensar en él.

Estaba tan confuso y... al mismo tiempo tan feliz. Eran incontables la cantidad de veces que había soñado con volver a tenerlo así, tal y como era antes de su conversión. Seguía siendo el mismo, al menos en casi todo, lo único que había cambiado era que mi encanto ya no tenía el mismo efecto sobre él que cuando era humano.