Sentado sobre la barandilla.

-De nada-murmuré. Sonreí encantadoramente y me apoyé en la barandilla.

Permanecí en silencio mirándole fijamente.

-¿Qué pasa? ¿Te gusto?-pregunté casi tímidamente.

Me reí en voz baja, pero no contesté permitiéndole pensar lo que quisiese.
-¿Quieres gustarme?

-¿Quieres que te guste Sebastian?-pregunté acercándome a él en un parpadeo. Sonreí y acaricié su mejilla brevemente.

Pase el brazo entorno a su cintura, atrayéndole un poco más.
-Si demuestras valer la pena, igual me lo pienso.-dije mostrando una media sonrisa encantadora.

Alcé ambas cejas.
-¿Valer la pena? Claro que valgo la pena, pero si no lo consideras así es una lástima...-contesté desviando la mirada hacia el mar.

Le agarré por la barbilla, obligándole a mirarme.
-No he dicho que no lo crea, he dicho que quiero que me lo demuestres.-le corregí.

-Mmmm, ¿eres merecedor de un beso mío?-pregunté mirándole con mis ojos esmeralda.

-De más de uno.-murmuré acercando mis labios a los suyos, pero en lugar de besarle giré la cara hasta su oido.-Eso no se pregunta.

-¿De más de uno? ¿Así que te consideras lo bastante interesante y especial como para merecer un beso mío?-pregunté.

-Sin duda.-conesté soltándole.

Sonreí pícaramente y besé su cuello con suavidad.
-Puede que sí...-murmuré cerca de su oído.

Lo puse entre la barandilla y mi cuerpo, colocando las manos a ambos lados.
-No es una posibilidad, es una certeza.-aclaré.

Entrecerré los ojos.
-Si te diese un beso todos pensarían que soy fácil-comenté.

Sonreí ampliamente.
-No estamos en una sala atestada de gente, Philip, estamos en un paseo marítimo donde las presencias vampíricas más cercanas están al otro lado del bosque. Es imposible que nadie pueda vernos.

-¿Quieres un beso mío?-pregunté.

-De ser así te lo habría dado hace un rato sin necesidad de esperar tu autorización.

Le miré con una media sonrisa y me encogí de hombros.
-En ese caso nada-dije desviando de nuevo la mirada.

Sin previo aviso junté mis labios a los suyos con cierta brusquedad.

Aquello me pilló por sorpresa, aunque lejos de rechazarlo, agarré su mandíbula inferior y apretando para hacerle saber que no le había dado autorización para ello, mordí su labio inferior haciéndole sangrar, a la vez que le devolvía el beso.

Aparté su mano y la entrelacé con la mía para evitar que intentase cualquier otra cosa. Sonreí y me aparté un poco lamiendo la sangre de la herida que me había hecho.
-Te lo dije.

Le miré unos segundos.
-No me gusta cómo besas-contesté.

Me carcajeé. Estaba muy lejos de ofenderme por su comentario.
-Ha sido tu primer beso, no tienes con quien compara. Tu opinión, ahora mismo, no cuenta.-le recordé.
Volví a besarle, esta vez con más suavidad.

Le devolví el beso y después le miré.
-Es la segunda vez que lo haces sin permiso-le miré a los ojos, muy de cerca.