Sentado sobre la barandilla.

Retuve su mano a la altura de mi cara y tiré de él hacia mí.
-Tan dulce como el agua del mar.-contesté.

-Me deprimes Sebastian-dije con teatralidad. Llevé su mano hacia mis labios y la besé sin dejar de mirarle.
-Venga, no seas así...-pedí soltándole.

-No sabes cuanto lo lamento.-respondí sarcástico. Volví a apoyarme en la barandilla, esta vez de cara al paseo.

-Sé que lo lamentas, pero no te preocupes-contesté estirándome cual gato.

Observé atentamente como se estiraba.
-Para tener sangre real no llevas bien las normas de educación.-comenté.

-Recuerda que yo era el príncipe, era a mí a quien respetaban y hablaban con educación-contesté desinteresadamente.

-Vaya un principe de pacotilla... no eres capaz de respetar unas simples normas de educación solo porque crees que estás por encima de todo.-me burlé.

-Claro que sí, resultaba más divertido. Si la gente se gana mi respeto, se lo daré...es así de sencillo-asentí.

-Debería ser al contrario, eres tú quien debe ganarse el respeto de los demás.-le corregí.

-Bueno, también deberían gustarme las princesitas-comenté sarcásticamente con una media sonrisa.

-Qué mujeres tan típicas.-bufé.-Son un simple adorno que colgarse del brazo, al menos lo eran.

Solté una carcajada por su expresión.
-Sí, lo eran. Por esa razón las rechazaba a todas-contesté.

Le miré pensativo.
-Yo nunca rechacé a ninguna, pero prefería que mantuviesen la boca cerrada.

Sonreí.
-No he besado a nadie nunca, sencillamente porque ninguno era merecedor de besar mis labios-aclaré.

-Mmm, no creo que sepas la cosa tan maravillosa que te has perdido.-comenté.

Sonreí.
-Bueno, cuando alguien lo merezca, le dejaré hacerlo-respondí con secillez.

-Tú sabrás lo que haces.-me encogí de hombros.

-Claro que lo sé-dije con una media sonrisa.

-Sería una lástima que nunca besases a nadie.-dije acariciando sus labios con la yema de los dedos.-Aunque claro, hay gente a la ue no le gustan o les da miedo besar porque no lo hacen bien.
Aparté la mano y la dejé caer a un lado.

Sonreí con malicia.
-Claro, por eso no dejo que esas personas me besen, no me gustan las personas inseguras-contesté.

Le miré igual que él me sonreía.
-¿Si nunca has besado a nadie cómo puedes saber eso?-pregunté.

-Porque veo qué personas merecen mis besos y cuáles no-le contesté.-Es cosa de personalidades.

-Ya veo.-musité.

-Me caes bien-le dije.

-Gracias.-contesté.