Después de las confesiones

Permanecí plantado delante de ella a unos cuantos metros.

-Levántate.-ordené tirando de ella.-Quiero probar una cosa.-añadí. Si algo tenía de bueno la inmortalidad es que tenias todo el tiempo del mundo para leer y acababa de recordar algo que había leido hacia algún tiempo.

-Olvídalo.-dije tras pensármelo un minuto.- No vale contigo, no es esa clase de trauma.-añadí al tiempo que la empujaba con el dedo indice para que se sentase.

-En realidad sí, esas cosas dejan huella de un modo u otro. Tú forma de expresarlo es mediante el odio hacia los humanos y la repulsión ante su contacto.-repliqué.

-No eres la exceptión a la regla, Diane. Nunca hay excepciones en esta clase de cosas.-la contradije.-De ti depende aceptarlo y superarlo o no hacerlo y dejar que ese odio que profesas hacia ellos te destruya.

-Por la mordedura de un vampiro.-respondí.

-Una muerte por corte es mucho menos dolorosa que una por conversión.-contesté.-Te desangras en un minuto aproximadamente y cuando empieza el proceso de conversión tu cuerpo no siente, en cambio, cuando es directa lo sientes todo.

-Ya veo.-respondí pensativo.

Me tumbé en una raíz larga y gruesa con las manos entrelazadas en la nuca y cerré los ojos. Incluso el sonido de las pisadas de Diane me resultaba relajante.

Abrí un ojo y seguí su recorrido.
-¿Ocurre algo?-inquirí.

Suspiré y volví ha cerrar el ojo. Me había cansado de jugar a los interrogatorios por esa noche.

-Suéltalo ya.-ordené en un suspiro cansado.