Dando una vuelta

-¿Qué haces aquí tan solita?-inquirí a su lado.

-Ya veo.-me senté unos pasos más alante y abrí el cuaderno.

Asentí mientras pasaba las páginas observando los pocos dibujos que conservaba de pasada. Me detuve al llegar a uno, suspiré resignado y seguí pasándolas hasta llegar a una en blanco.
-El aburrimiento ha hecho que me vuelva a apetecer.-expliqué.

-Sólo conozco a Damian, pero sí los demás son como él entonces son lo más parecido a niños pequeños que he visto en mucho tiempo.-respondí mientras empezaba a trazar las formas.

Alcé la cabeza y la ladeé en su dirección.
-Si tú lo dices... pero desde luego no pienso ser yo quien les haga madurar, no creo que les gustasen mis métodos.-comenté con una media sonrisa sádica.

-Sí, aptitudes para sacar de quicio a cualquiera. He perdido la cuenta de cuántas veces he querido darle un bofetón para que dejase de gritar.-comenté volviendo a lo mío.

-No lo voy ha hacer pero ganas no me faltan. Se deja arrastrar por sus emociones tanto que hasta resulta molesto.

Comencé a difuminar las olas que rompian contra el acantilado.
-Te has encariñado de él.-la acusé distraidamente.

-Eso lo dirás tú, pero mientes.

-Los sentimientos son confusos.-le recordé alzando el lápiz.-Que no sepas lo que es no quiere decir que no puedas experimentarlo.

Aparté el cuaderno de mi cuerpo y observé el resultado de forma crítica.
-Qué terca eres.-repliqué mientras arrancaba la hoja y cerraba el cuaderno.

Firmé el dibujo, me puse en pie y me volví hacia ella manteniendo el cuaderno en una mano y la hoja en otra.
-No lo soy.-la imité con tono burlón.-Sí lo eres. Eres la persona más terca que conozco después de... Eres muy terca. Punto.
Solté el folio permitiendo que el viento que soplaba se lo llevase.