Muy cabreado.

Paseé por las calles del pueblo medio desierto. Miré mi reloj, era tarde ciertamente y hacia demasiado frío como para pasear por allí, si eras humano. Iba bastante cabreado, asi que no me extrañó que la poca gente que seguia en la calle se apartase a mi paso.
¿Tanto le costaba tomarme en serio?. Bufé, preferia no pensar en eso.
Recorrí la calle central de arriba abajo y después me interné por las calles de alrededor buscando una presa digna de cazar.

-Me alegro.-gruñí al pasar por su lado. No era mi mejor momento para socializar.

-No, gracias.-respondí del mismo modo sin dejar de alejarme.-Me voy a casa.

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Esto era repetitivo, me cabreaba y acudia al pueblo de forma casi inconsciente. Si no recordaba mal en una de las calles que daban a la central habia un local. Recordaba su localización exacta, por lo que no me costó llegar. Entré y me senté en una mesa apartada y próxima a la venta. Obviamente no pedí nada y ninguno de los camareros se acercó. Notaba sus ojos sobre mí, pero no estaba de humor, apoyé la cabeza y miré por la ventana con gesto ausente.

Permanecí en la misma postura, como si no hubiese nadie hablándome.
-¿Qué quieres?-pregunté sin rodeos, mis labios no se habian movido, al menos no de forma perceptible para el ojo humano.

Conocía su respuesta de antemano, pero pregunté de todos modos.
-¿Quieres tomar algo?- ignoré su pregunta. La idea de beber algo de lo que allí se servia me asqueaba profundamente y, probablemente, a ella también.

Estaba demasiado a lo mio como para prestar total atención a sus palabras.
-Me gusta la calidez humana.- la frase correcta habría sido me gustaba la calidez de su piel, pero me negué a decirlo, ni siquiera lo pensé tan abiertamente como para que pudiese captarlo.

Escuché sus palabras y bajé la mirada.

-Pareces un perro acorralado.-me quejé.-Estos gatos no pueden hacerte nada, a no ser que tú se lo permitas.-le recordé.

Giré la cara y miré fijamente a un grupo de humanos que había empezado a murmurar, disolviendo así el corrillo.
-No vuelvas ha hacerlo.

-Casi la partes.-comenté pasándo un dedo por la superficie de la maltrecha mesa.-¿Qué crees que habría pasado de haberlo hecho? ¿Sabes la cara de pánico que habian puesto todos?-la interrogué.

Sonreí con condescendencia.
-No todos son tan idiotas como tú pareces creer, algunos creen en nosotros, para muchos somos más que un simple mito.

Mi semblante se endureció.
-No sé qué te hizo ese humano, pero desde luego debió de ser algo grave para que generalices de este modo.