Relajando la mente

Entré sin hacer ruido y me apoyé en la pared. Aparté la mirada al ver su expresión.

-No manches el piano de sangre.-ordené acercándome. Saqué un pañuelo del bolsillo y se lo lancé para que limpiase el teclado y sus manos.

-Entonces compórtate como una vampira experimentada en lugar de como una neófita. Controla tu genio, Diane.- aconsejé.
Me senté en uno de los sofás con las piernas cruzadas.

-Lo que tu digas.

-No, nunca se me dieron bien los instrumentos.-expliqué.-Pinto, de vez en cuando.

-Recuerdos míos, fantasías, paisajes, personas...-expliqué.-En definitiva, todo lo que me guste.

-No conservo nada de lo que pinto.-contesté. Eso no era del todo cierto. Sí que conservaba una de mis obras, pero ni siquiera el modelo sabía de su existencia.-Por lo general las tiro a los pocos días de hacerlas.

-No soy un pintor, no me dedico a ello.-la corregí.-Además, se supone que un pintor debe amar sus obras y yo una vez que me he demostrado a mi mismo que soy capaz de reproducir mis ideas en un papel con total realismo dejo de interesarme por ellas.

-No, ahora mismo no me apetece demasiado pasear.-respondí. Avancé hasta el piano y toqué un ritmo simple. Aparté los dedos y sonreí de forma mal disimulada.

-Te mostraré algo que no sabe nadie.-dije tomando asiento a su lado. Cerré los ojos y mis dedos comenzaron a deslizarse por el teclado sin dudar lo más mínimo. Era la única pieza que sabía tocar con total perfección. Había sido la única pieza que me había transmitido algo al escucharla.

-Necro-Fantasía.-respondí.-Dura siete minutos, tú has aguantado tres. Es mágica, ¿cierto?

-Transmite demasiadas emociones al mismo tiempo, ¿cierto? Emociones que creias muertas y que la melodía revive... y los recuerdos que pueden volver con ella pueden ser desgarradores.-susurré mirando el teclado.-Aún así se supone que debería transmitir esperanza en ciertas partes y angustia y sufrimiento en otras.