Entré en la mansión y directamente subí a mi habitación. Cerré la puerta tan fuerte que resonó por toda la casa y me senté en la silla a calmar mis nervios. Alcancé el libro que tenía sobre la mesita y me puse a leer distraídamente, reflexionando a la vez sobre varias cosas que tenía que arreglar.Cuando el libro no fue suficiente, bajé al salón a beber sangre de nuevo.