Hecho un trapo

Recorrí el camino que conectaba los acantilados con la playa con parsimonia. Pensándolo bien, lo que acababa de hacer era un fastidio. Tendría que acerme cargo de él durante un buen rato e, incluso, tendría que cargar con él hasta su mansión. Me crucé de brazos y esperé cerca de la orilla a que las olas lo acercasen a la orilla.

Las olas me arrastraron hasta la orilla, y aunque era un auténtico sufrimiento moverme siquiera, me incorporé yo solo, con los colmillos apretados.

Le observé ponerse en pie. Adiviné facilmente lo que se proponía.
-Ni lo intentes.-advertí con severidad.
Imaginaba que, a pesar de estar en total desventaja, no iba ha hacerme ningún caso asi que me preparé para su ataque.

Mis ojos verdes relucieron como dos esmeraldas antes de lanzarme contra él con un gruñido.

Mi puño impactó de lleno en su cara, tirándolo al suelo.
-Te lo he dicho.-comenté.

Sacudí la cabeza con un gruñido y volví a lanzarme contra él, esta vez esquivando sus manos con un salto casi felino hacia un lado.

Ni me inmuté. Sus movimientos eran algo más lentos de lo normal. Me agaché y barrí sus piernas, volviendo a tirarlo al suelo.
-Para de una vez, no tienes nada que hacer estanndo así.

Varios dolores punzantes me advirtieron de que así era, pero me levanté y clavé mis colmillos con fuerza en su brazo, apretando sin piedad y absorviendo su sangre a una velocidad bastante rápida.

Gemí de dolor. De esta se iba a acordar toda su existencia. Me revolví y en cuanto me solté mi rodilla voló hasta su entrepierna, golpeándole con toda la fuerza que fui capaz de reunir.
Me aparté todo lo que pude de él antes de caerme al suelo, mareado y muy débil por la toda la falta de sangre.

Tosí por el golpe y gemí al notar las costillas rotas, mientras un hilo de sangre salía de mis labios, al forzarlas. Estaba enrabietado, pero al verle tirado en el suelo mi cabreo desapareció casi por completo y volví a la realidad de golpe. Gruñí sacudiendo la cabeza y me arrastré hasta él. Con un jadeo desgarré mi muñeca sin cuidado alguno, haciendo una herida bastante grande, y dejé caer la sangre sobre sus labios.

Lamí mis labios, pero no bebí.
-No estás en condiciones de ceder sangre.-comenté apartando su brazo.-Se me pasará rápido, solo déjame descansar un rato.
Me acomodé cuanto pude y cerré los ojos.

Me tumbé junto a él, pero ligeramente apartado, aguardando.

No debí de dormir más de un par de horas. Me estiré y giré la cara para mirar a Philip.
-¿Aún sigues aquí?-pregunté sorprendido.

-Sí...estaba preocupado, y aparte casi no puedo moverme-contesté, pero corregí rápidamente desviando la mirada-pero no necesito ayuda.

-Qué tierno que te preocupes por mí.-murmuré con cierto sarcasmo.-No iba a ofrecerte mi ayuda, no temas.

-Lo sé, no esperaba que lo hicieras, tampoco la quería-respondí levantándome con un gemido para irme.

-Mmm... Bien, pues.-musité lamiéndome la sangre seca del brazo.

Avancé unos metros por la playa pero tuve que detenerme, estaba claro que salir de allí iba a costarme lo mío.

-Entonces, no quieres mi ayuda, ¿no?-inquirí mirándole.

-¿Vas a rematarme?-pregunté sarcásticamente sin mirarle.

-Te estás ganando otra patada.-advertí acercándome.-¿Vas a admitir que necesitas mi ayuda o puedo irme?

Le miré mientras el hilo de sangre bajaba por mi barbilla.
-Está bien-.

Sonreí, complacido. Pasé su brazo por mis hombros y cargué con parte de su peso. Acerqué el dedo indice al pequeño hilo de sangre que salía de su boca, recogiéndola y llevándomelo luego a la boca.
-Mucho mejor. Hasta los principes deben humillarse un poco de vez en cuando.-murmuré mientras le llevaba hacia la salida de la playa.

-No estoy humillado, dejo que me lleves-contesté al momento.

-Claro, lo que tú digas.-concedí sin borrar la sonrisa.