Malhumorado

Avcancé rápidamente hasta llegar al cementeio, y sin más m senté sobre una de las lápidas, apoyado contra la cruz que adornaba la tumba. Mis puños permanecían apretados, estaba deseando golpear cualquier cosa, pero me obligué a mí mismo a pensar que las tumbas no tenían la culpa.

-Es demasiado fácil sacarte de quicio, ¿sabes? Eres como un gatito que se cree tigre, gruñes mucho pero nunca atacas.-comenté detrás de él.

-No te conviene que ataque, no soy de los que se rinde fácilmente, aunque esté herido-le contesté.

Ronroneé en su oído.
-Miau.-dije apartándome justo después con una ancha sonrisa.-Si tú lo dices...

Ni siquiera me giré, me limité a fruncir el ceño.

Caminé a su alrededor, observándole con aire pensativo.
-¿No vas a decir nada?-pregunté.

-no-respondí en un susurro.-No soy tu payaso oficial que se enfada para divertirte.

Me agaché ante él, rostro frentre a rostro.
-No te considero mi payaso.-aclaré mirándole fijamente.

Clavé mi mirada, que esta vez no escondia nada de vergüenza u otro sentimiento agradable, en la suya.
-Pues últimamente me demuestras lo contrario. Parece que te divierto como gatito y enfadado, y te tomas a risa mis intentos por entenderte-.

-Es imposible que puedas entenderme si dices que te doy dolor de cabeza.-contesté.-No me gusta cuando me miras así.-añadí.

-No me da dolor de cabeza intentar entenderte, me dan dolor de cabeza tus respuestas, y tener que buscar las mías para que no te largues como si fuese un pasatiempo-contesté sin dejar de mirarle.

-Pues lo siento, pero no voy a dejar de responder así ni por ti ni por nadie.-repliqué.- Sí no sabes darme una respuesta como la que espero supongo que está bien.

-No todo el mundo es tan rebuscado como tú a la hora de encontrar respuestas-comenté apoyándome de nuevo contra la cruz.

-Cada individuo responde como sabe. No encontrarás dos respuestas iguales y lo que para unos es imposible de entender otros lo entienden perfectamente.

-Todo eso ya lo sabía-le contesté.

-Pues no lo parece, amor.-repliqué.-Mi modo de responder no va a cambiar, en tu mano está aceptarlo o no.

-Lo acepté cuando decidí verte por segunda vez, amor-pronuncié la última palabra con cierto sarcasmo.

Chasqueé la lengua al mismo tiempo que me cruzaba de brazos.
-Perfecto, pues.-me volví sobre mis talones.-Mucho me temo que debo irme ya.-añadí dirigiéndome a la salida del cementerio.

Me levanté y me acerqué a él hasta abrazarle por detrás, como un chiquillo que abraza a su padre después de una represalia.

Dejé que me abrazase en silencio, esperando pacientemente que me explicase a qué venía eso.

Me separé de él titubeante y pasé por su lado.
-Lo siento-me disculpé.

-Deja de disculparte.-gruñi algo molesto.-Cuando me ofendas te lo hare saber, pero mientras tanto no te disculpes por cosas como esta.

Me giré hacia él y sonreí.
-No sé por qué ha pasado eso, simplemente me apetecía hacerlo-contesté.

-Tampoco hace falta que te excuses. Está bien.
Volví a ponerme en marcha.
-Hasta luego.-me despedí.

Me senté de nuevo contra la cruz sin decir nada, pensativo y con los ojos cerrados.